Cuando pienso en el proceso de nacimiento de la Conferencia Eclesial de la Amazonía, no puedo sino pensar en la imagen de los ríos, en la convergencia de distintos afluentes que comienzan con pequeños hilos de agua, que recorren largas distancias, que van dando vida, y la vida se va ampliando en su expresión cada vez más potente, hasta dar paso a los grandes ríos.
Por Mauricio López *
Este camino definitivamente resulta de la revelación del Espíritu Santo, la Ruah, a través del Concilio Vaticano II, el Magisterio de la Iglesia en América Latina, las vidas de tantos y tantas mártires, de miembros de la Iglesia encarnados en medio de la realidad: amándola, sufriendo con los dolores de sus pueblos y de este territorio, pero también haciendo parte de ella, abrazándola con sus luces y con sus sombras.
Así hemos avanzado como afluentes de agua en conexión con la REPAM – Red Eclesial Panamazónica, que inició hace seis años su camino formal, aunque llevamos casi diez años tejiéndola a partir de las voces de la vida y de la dimensión territorial de la Iglesia, poco a poco, caminando, avanzando.
Sentimos que el Sínodo Amazónico ha sido un impulso de vida en el cambio de perspectiva, donde la periferia se torna en centro sin pretender tomar este lugar; lo iluminar sin dejar de ser periferia, queriendo acompañar al centro para mirar con otros ojos y abrir posibilidades a ‘lo nuevo’. Ese ha sido el camino del Sínodo desde las múltiples y más diversas escuchas territoriales, la preparación –honrando las voces de los pueblos y comunidades de la Iglesia en la Amazonía–, el discernimiento que produjo un Documento final con más de 150 propuestas concretas que no podemos dejar que se queden guardadas, y luego con la exhortación apostólica del Papa, Querida Amazonía, con sus cuatro sueños: social, cultural, ecológico y eclesial.
La Conferencia Eclesial de la Amazonía solo puede ser entendida como resultado de este proceso, como una acumulación de vida, pero también como una respuesta concreta –a la luz la revelación de Dios– a una realidad lastimada, herida, afectada, donde pueblos y comunidades están sufriendo situaciones de injusticia, donde el proyecto de Reino y el sueño de Dios para que tengan vida y vida en abundancia aún está lejano o amenazado, en contraste con tantos otros sitios donde se vive a plenitud la belleza de la diversidad cultural, del misterio de la presencia de ese Dios como ‘semilla del Verbo’, un Cristo encarnado en esa diversidad, y que cada vez va sintiendo que el futuro está amenazado.
Esta conferencia eclesial es, entonces, este acumulado de caminos, posibilidades, vidas, encuentros e incluso desencuentros. Poco a poco se ha ido purificando la intención, es decir, vamos desentrañando con más delicadeza y cuidado lo que Dios nos ha querido decir no solo en estos últimos años, sino en décadas. Y vamos siendo cada vez más conscientes de su voz, de su Palabra, de lo que nos va revelando, y nos hemos ido poniendo en marcha para ir tejiendo el camino del Reino, al que vamos sumando más manos.
Aunque sea más difícil tejer con muchas personas, es necesario hacerlo juntos y juntas. Esta Conferencia Eclesial de la Amazonía es eso. Hay muchas propuestas que surgieron del Sínodo Amazónico que no pueden llevarse de manera aislada por las jurisdicciones eclesiásticas o por las iglesias locales o domésticas; tampoco la REPAM puede llevar adelante tareas que podrían poner en riesgo su identidad de red, de ser una plataforma ligera con servicios puntuales de articulación.
Hay muchos emprendimientos que el Espíritu nos ha revelado, que nos supera en dimensión, en institucionalidad, y requieren una visión de largo plazo, sostenida en el tiempo. Pues esto es lo que viene a hacer la Conferencia Eclesial de la Amazonía, y nos pide que purifiquemos la intención de aquellos que se niegan a la ‘metanoia’. Tenemos algunas posiciones que quieren evitar cualquier cambio en un sentido de ‘conservar’, pero también tenemos posiciones que quieren evitar cualquier cambio en un sentido o de defender una visión unívoca; esto lo vivimos en el Sínodo y no da espacio para el Espíritu Santo. La Iglesia es diversa, es como la primera carta a los Corintios, con la imagen del cuerpo, de cada parte en la complementariedad.
Esta Conferencia es una invitación a lo nuevo, a lo inédito, a ir avanzando incluso más allá de lo que estos últimos años hemos considerado como esencial: la ruta del sínodo. Es tiempo de que los nuevos odres den espacio al vino nuevo, manteniendo y cuidando todos aquellos otros procesos que complementan y que convergen. Esta Conferencia Eclesial de la Amazonía va a dialogar con la REPAM, con la CLAR, con las Cáritas, con las iglesias locales, con otras instituciones, y también hará parte del CELAM, vinculado de manera orgánica, pero con autonomía.
Creo que es muy claro que el Sínodo nos está abriendo nuevos caminos y nos pide valentía para emprender nuevos caminos. Esta Conferencia expresa eso: es una Conferencia, no es una comisión; por lo tanto, tiene una gran estatura en cuanto identidad orgánica, peso propio, capacidad de impulsar procesos frente a lo que el Sínodo nos ha dado como frutos. En este sentido, atención a esa identidad.
Por otra parte, es eclesial, no es una estructura solamente episcopal, pero también lo episcopal hace parte de lo eclesial. Recuerdo que la Episcopalis communio invita a los pastores a ir a veces delante, a veces en el medio, a veces detrás del pueblo, a reconocer en el ‘sensus fidei’ del Pueblo de Dios la capacidad de revelación de Dios a través de su modo de creer.
En este sentido se abre paso a esta Conferencia Eclesial que da espacio con una condición de igualdad y que irá evolucionando también a nivel estructural, orgánico y estatutario, para que haya una participación más amplia.
Lo eclesial aquí se expresa con una presencia inédita de tres representantes de los pueblos originarios dentro de la conferencia, de las instituciones claves de la región y del territorio –como ya hemos dicho–, también con representaciones laicales como la secretaría ejecutiva de la REPAM, con delegados obispos de las siete conferencias episcopales en territorio amazónico –y en el caso de Brasil con dos delegados–, y con las instancias promotoras que son el CELAM y la REPAM, a través de sus presidencias acompañando este proceso.
Hemos tratado de abrazar y asumir el planteamiento de la diversidad del Sínodo amazónico ofreciendo un vehículo concreto en medio de la pandemia que está devastando tantas vidas, sobre todos de los pueblos originarios más vulnerables, pues muchos intereses económicos particulares están explotando más que nunca el territorio y amenazando la vida de los líderes de las comunidades. Hoy más que nunca esa Iglesia que se comprometió a ser aliada, necesita equiparse, tener vehículos, una canoa para navegar esta agua, que sea adecuada a las corrientes de los ríos del gran Amazonas.
Esta conferencia quiere ofrecer eso; encontrará el modo de articularse de múltiples maneras; será un proceso paulatino que intenta abrazar las novedades del Sínodo amazónico; propuestas desafiantes, complejísima, enormes, como puede ser la Universidad Amazónica, o avanzar y desarrollar una propuesta de rito amazónico en diálogo con las instancias respectivas del Vaticano, el acompañamiento a experiencias, y procesos nuevos alrededor de la ministerialidad, potenciar una voz profética de incidencia movilizando las estructuras de la Iglesia. ¡Todo esto es lo que la conferencia quiere!
Hay que dar tiempo y espacio a que esta conferencia vaya madurando. Hemos dado un paso en este momento, que es confirmar con la Iglesia del territorio, en su más amplia diversidad y con la presencia de organismos de la Santa Sede, una propuesta que tiene que ir al papa Francisco, a las instancias respectivas que él considere, para su aprobación. Poco a poco se irá estructurando, intentando que pueda ser una verdadera respuesta de vida y de esperanza, en medio de esta pandemia que está marcando un antes y un después, un hito global humanitario, donde esta vivencia que creemos que es un gesto de esperanza y de vida, pueda también ser símbolo para otros biomas, para otras regiones y otras realidades, de una verdadera sinodalidad.
Hace apenas seis años Mons. David Martínez de Aguirre vivía en la comunidad nativa de Kirigueti, en la selva del Cusco. Hablaba en matsigenka y aceptaba, feliz, que le pintaran la cara con achiote y le regalaran, en señal de bienvenida, un tazón de masato. Ayer, este misionero español de corazón indígena, desde 2014 obispo del Vicariato Apostólico de Puerto Maldonado, fue elegido vicepresidente de la Conferencia Eclesial Amazónica. Una institución que pronto será presentada ante el Papa Francisco para su aprobación definitiva y que, además, se presenta como algo inédito dentro de la Iglesia Católica Universal.
En esta nueva misión, el reto será encarnar en la Amazonía el Evangelio a través de un organismo que sea lo más cercano posible a la realidad de la selva y sus gentes, que responde a los anhelos de los pueblos, de los pobres y del cuidado de la casa común. En esta entrevista, realizada en micrófono de Radio Madre de Dios, Mons. David Martínez de Aguirre nos explica cómo se ha dado la conformación de la Conferencia Eclesial Amazónica (CEA) y cómo afronta el nuevo papel que le tocará asumir.
¿Cómo ha sido el proceso para la conformación de la Conferencia Eclesial Amazónica, que ya se anunciaba después del Sínodo de la Amazonía?
Efectivamente, después del Sínodo de la Amazonía se conformó un comité post-sinodal para dar continuidad al Sínodo, que fue fruto de todo un trabajo grande, de años atrás de todas las comunidades de la Amazonía. Se quería que esos documentos del Sínodo, ese trabajo conjunto, donde se marcaban unos retos, empiece a concretarse en la vida misma de nuestra Amazonía. Y una de las cosas es que se veían necesarias era conformar un organismo eclesial amazónico que articule el trabajo de toda la iglesia amazónica, luego el Papa también nos animó en Querida Amazonia. Fruto de ese sueño nace esta Conferencia Eclesial de la Amazonía. Ha habido un comité preparatorio y tanto el viernes como ayer lunes nos convocaron a los obispos de las diferentes conferencias episcopales amazónicas, junto con miembros indígenas que ya se habían propuesto en el comité postsinodal. Hemos dado nacimiento a esta Conferencia Eclesial de la Amazonía, que se va a presentar al Papa Francisco para su validación. Es de esa manera que nace este nuevo organismo que quiere articular el trabajo de la Iglesia hacia la inculturación del Evangelio.
¿En qué consiste la Conferencia Eclesial de la Amazonia y quienes lo conforman?
Es algo inédito, porque no es una conferencia episcopal amazónica. Hasta ahora los organismos de la iglesia estaban conformados por las Conferencias Episcopales, pero aquí se habla de una Conferencia Eclesial de la Amazonía. Insisto, es algo inédito, novedoso en la iglesia, porque si bien es cierto aquí tenemos una Conferencia Episcopal, donde están los obispos, también hay religiosos, religiosas, laicos, algunos de ellos miembros de los pueblos indígenas, y se quiere que sea más representativa de todo el pueblo de Dios, algo novedoso que se da en la Amazonía.
¿En qué momento han viajado los obispos, cómo se ha realizado esta reunión?
Con el covid todos nos hemos visto inmersos en la tecnología, hemos viajado a través de las ondas, a través de los medios digitales (ríe). Evidentemente, todo ha sido virtual.
Para poder entender mejor la organización, ¿quiénes conforman la Conferencia Eclesial de la Amazonía, cómo va ejecutarse las acciones y que visión de futuro tienen?
Esta conferencia, de primeras, tiene que ser como cualquier organización de la Iglesia, donde todo se hace, siempre, en comunión. Busca la comunión dentro de cada diócesis, entre diócesis, en este caso de toda la Amazonía y la comunión con toda la Iglesia universal, con el Papa. Un primer proceso debe ser la validación por el mismo Papa Francisco. Entonces el CELAM, presidido por Mons. Miguel Cabrejos, junto con el cardenal Claudio Hummes que ha sido elegido presidente, presentarán ante el Santo Padre la CEA para que el Vaticano pueda erigir la Conferencia Eclesial de la Amazonía. Posteriormente, tendremos que ir viendo cómo organizarnos. El objetivo y la intención de todo, y del Sínodo, es un organismo que trata de ejecutar el plan pastoral que se ha trazado en el Sínodo y que fuimos trazando entre todos. Tendremos que ver cómo hacer un organismo que no sea tan burocrático pero que sí esté muy cercano a la realidad y responda a los anhelos del pueblo, de los pobres y del cuidado de la Casa Común. Es un organismo para la Amazonía y que, desde la visión de la Amazonía, intenta encarnar el Evangelio y se plantea cómo alimentar e impulsar la vida de nuestros pueblos desde el Evangelio y anunciadores de la vida de Jesús desde la visión amazónica para todo el mundo.
Aterrizando en la realidad actual, y recogiendo una frase que se escucha a menudo, que “la Amazonía esta oprimida y codiciada desde muchos frentes”. ¿Es la Conferencia Eclesial Amazónica un organismo que puede alertar sobre la problemática que vive la Amazonia, sería este uno de los motivos por los que se crea?
La misión de la Iglesia es la salvación de las almas, de la persona, es anunciar el Evangelio, la buena noticia de Jesús, que es buena noticia para los pobres, y ese anuncio significa una liberación del pecado, del mal, de todo aquello que nos oprime. Entonces, cualquier organismo eclesial siempre es un organismo de anuncio y de tratar de extirpar el pecado de nuestra vida y buscar la felicidad de las personas. Ahora la Amazonía se ve condicionada, su proyecto de vida, por la codicia, por la sobreexplotación de sus territorios, por la marginación… Esta pandemia está desenmascarando las desigualdades que existen en nuestros países. Si bien es cierto que esta pandemia supera a cualquier sistema sanitario del mundo, aquí es como más obsceno. Son evidentes las tremendas desigualdades que existen entre las comunidades y la ciudad, así como entre Puerto Maldonado y Lima. Hay una marginación y muchas desigualdades, y una presión sobre el territorio de los pueblos, sobre los recursos del planeta que, evidentemente, no permiten el plan de Dios, son estructuras que van contra la humanidad y contra la vida. Todo lo que vaya contra la vida es, lógicamente, una denuncia de la Iglesia, hay que levantar la voz profética y comprometerse con la causa de los más pobres y de la tierra.
Entonces, ¿este organismo es una respuesta oportuna a la necesidad del grito de los pobres y de la tierra que nace desde los pueblos de la Amazonía?
El Sínodo de la Amazonía, si bien es cierto que ha sido para nuestros pueblos, para organizarnos como Iglesia, ha tenido una repercusión universal importante, porque la Amazonía es un bioma crucial para la humanidad y el cuidado del planeta. Ha supuesto decir “hermanos, el sistema económico que impera en el mundo tiene unas consecuencias letales en los lugares donde nosotros vivimos, en nuestros territorios, y afecta a nuestras vidas”. Eso va a seguir ocurriendo con esta conferencia. Es un llamado de atención, pero también es decir que nuestro mundo camina con un modelo de desarrollo económico que, además de llevar al planeta a una situación límite, genera unas desigualdades terribles. Este sistema que produce un descarte en las personas, que genera basura, que destruye el planeta; está claro que hay algo que no funciona, que no cuadra y desde la vida de nuestros pueblos descubrimos una forma de vida que creemos que puede ser alternativa para el resto de la humanidad. Este es un mensaje que se vive de nuestros pueblos, que no solamente son objetos de recibir aprendizaje, sino que ellos son sujetos, actores que tienen que sentarse a la mesa y que tienen propuestas y una voz importante, que tiene que ser escuchada, no solo para su vida de ellos, sino para el proyecto de toda la humanidad. Ellos también tienen algo que aportar en la mesa común de toda la humanidad.
En lo personal, ¿cómo se siente, después de estos años y, en lo actual, con este nombramiento?
Es una ilusión muy grande por todo lo que hemos vivido y soñado durante tantos años en las comunidades, y todo lo que los misioneros con los pueblos indígenas y en tantas comunidades campesinas hemos soñado y visto. Teníamos la sensación de que, en la Iglesia, como la vivimos en la Amazonía, no era tomada en cuenta. De esto hay muchos ejemplos en la biblia, como el rey David era el que parecía que no contaba para nada, pero él es el escogido. Hay cantidad de ejemplos de cómo Dios se fija en el sencillo, cómo la mirada de Dios es una mirada diferente a la de los hombres. Nuestras misiones no tenían la visibilidad que ahora tienen y, en ese sentido, es bonito porque uno siente que la vida de aquello que quiere, de lo que ama, puede compartir ese amor con otros. Siempre es bonito mostrar al enamorado, a la enamorada, pero por otro lado uno tiene ganas de invisibilidad, de quedar un poquito más en la comunidad y estar ayudando desde la retaguardia. Ayer cuando me elegían para este servicio, pensaba que a esto me ha llevado la gente de Puerto Maldonado. La gente de nuestro Vicariato en el encuentro con el Papa, porque aquel encuentro con el Papa le gustó mucho, se llevó un bonito recuerdo de Puerto Maldonado y, lo mismo, a los obispos de la Amazonía y eso ha hecho que Puerto Maldonado sea una jurisdicción importante de la iglesia y hoy en la Amazonía.
El 16 de marzo, después de declarada la emergencia sanitaria, usted dio un interesante mensaje (a través de Radio Madre de Dios, para Puerto Maldonado). ¿Qué nos puede decir ahora sobre la solidaridad, sigue el mismo mensaje a pesar de que en la región todavía la cuarentena continúa?
Sí, seguimos con aquellas primeras palabras. Hoy por hoy no hay medicinas, hay investigaciones, pero todos sabemos que no hay ninguna medicina para vencer esta enfermedad y que la mejor medicina es la solidaridad y la unidad. Sentirnos todos unidos con nuestras autoridades y con el personal de salud, con todos los que les toca estar al frente. Todos, haciendo mejor las cosas, exigiendo y teniendo una visión crítica, pero es importante que todos tengamos esa conciencia clara de que tenemos que sumar, que tenemos que unir y no nos podemos descolgar. No puede ser que en esta pandemia alguien pretenda salir ganando, que quieran sacar rédito político, que quieran sacar una mayor ganancia en un negocio, no puede ser que alguien pretenda aprovecharse en beneficio propio de esta situación. Aquí todos tenemos que invertir, sabiendo que vamos a perder algo en lo personal y vamos a ganar todos mucho en lo comunitario, y esas pérdidas no son pérdidas, sino inversión. Es lo que Jesucristo nos dijo “el que quiera salvar su vida la tiene que perder, la tiene que entregar”. El que esté buscando solo él salvarse, va a perder la vida. Solo aquel que sea capaz de jugársela por los demás, por la comunidad, ese es el que la va a salvar.
La Iglesia amazónica tienes que ser signo de esperanza, ¿cómo lograrlo en este momento?
En gran medida ya se está haciendo. ¿Cómo? Estando metidos en el sufrimiento, es importante que no nos aislemos, que esta cuarentena nos lleve a una cercanía del corazón, y es la mejor manera de hacer esperanza. No olvidarnos de llamar al que está enfermo, pasar un plato de comida al vecino que sabemos que está en dificultades. Estar pendientes unos de otros, creo que es la mejor manera de ser esperanza, que sintamos ese calor de familia, no hay peor cosa que la soledad. He escuchado testimonios de personas que han pasado por el Covid y una de las palabras más terribles que escuchas es la soledad. Personas que a veces lo pasan solos o igual con dos o tres hijos, estando solos y enfermos. Apoyarnos unos a otros, ayudarnos todo lo que podamos, es la mejor manera de ser esperanza.
Este 29 de junio, después de dos días de deliberaciones, cobra vida la Conferencia Eclesial de la Amazonía. “Con el corazón agradecido al Señor y lleno de esperanzas, iniciamos la Asamblea de constitución de la Conferencia Eclesial de la Amazonía”, con estas palabras el Cardenal Hummes daba por iniciado el encuentro.
Por Manuel Cubías *
La Asamblea de Constitución de la Conferencia Eclesial de la Amazonía tiene lugar de manera virtual. Desde distintos puntos del planeta se han reunido el presidente del CELAM, monseñor Miguel Cabrejos; el presidente y el vicepresidente de la REPAM, cardenales Claudio Hummes y Pedro Barreto, un obispo por cada país que comparte el territorio amazónico (9). Por Brasil hay dos representantes. También participan representantes de Cáritas de América Latina y el Caribe, monseñor José Luis Azuaje, de la CLAR, hna. Liliana Franco y de la REPAM, Mauricio López. A estos se suman tres representantes de los pueblos originarios, Patricia Gualinga, la hna. Laura Vicuña y Delio Siticonatzi.
ES. COMUNICADO OFICIAL – CONFERENCIA ECLESIAL DE LA AMAZONIA
EN. OFFICIAL STATEMENT – ECCLESIAL CONFERENCE OF THE AMAZON
FR. DECLARATION OFFICIELLE – CONFÉRENCE ECCLÉSIALE DE L’AMAZONIE
IT. COMUNICATO UFFICIALE – CONFERENZA ECCLESIALE DELL’AMAZZONIA
PT. COMUNICADO OFICIAL – CONFERÊNCIA ECLESIAL DA AMAZÔNIA
Por las instancias vaticanas, participan, por la Secretaría del Sínodo de los Obispos, el Cardenal Baldisseri, de la Congregación para los Obispos, el Cardenal Ouellet, de la Congegación para la Evangelización de los Pueblos, el Cardenal Luis Tagle y del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integrla, el Cardenal Czerny.
El Cardenal Claudio Hummes declaró en el momento de la inauguración de la Asamblea Constitutiva el viernes 26 de junio: “Esta Conferencia hace parte de los nuevos caminos que el Sínodo Especial de Obispos para la Amazonía propuso. Es nuestra responsabilidad constituir esta Conferencia, animados por nuestro querido Papa Francisco. Él mismo sugirió el nombre”.
Por su parte, el Cardenal Pedro Barreto, vicepresidente de la Red Eclesial Panamazónica dio la bienvenida al nuevo organismo afirmando: “Ha llegado el momento para dar gracias a Dios porque se ha creado la Conferencia Eclesial de la Amazonía, donde la voz de los indígenas en la Amazonía se ha escuchado”.
El nacimiento de la Conferencia Eclesial de la Amazonía debe situarse en la tradición colegial y sinodal de las Iglesias de América Latina y el Caribe. El Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), tiene más de 75 años de colaborar con las iglesias en la evangelización del continente. Ya desde 1955, con la Primera Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Río de Janeiro se comenzó a forjar una figura regional. De un inmenso valor son las Conferencias del Episcopado realizadas en Medellín, Puebla, Santo Domingo y Aparecida en sus deseos de incorporar el Concilio Vaticano II, y el magisterio más reciente, en los procesos evangelizadores locales.
El padre Carlos María Galli afirma que la Conferencia de Aparecida “se anticipó a imaginar nuevas formaciones eclesiales regionales (DAp 182) y tuvo la visión profética de llamar a colaborar entre sí a las iglesias hermanas de la Amazonía,
“Crear conciencia en las Américas sobre la importancia de la Amazonía para toda la humanidad. Establecer, entre las iglesias locales de diversos países sudamericanos, que están en la cuenca amazónica, una pastoral de conjunto con prioridades diferenciadas para crear un modelo de desarrollo que privilegie a los pobres y sirva al bien común” (DAp 475).
La Asamblea del Sínodo se celebró en Roma en octubre de 2019 y en el Documento Final se subrayó la urgencia de abrir nuevos caminos para la Iglesia en el territorio amazónico
“La celebración del Sínodo logró destacar la integración de la voz de la Amazonía con la voz y el sentir de los pastores participantes. Fue una nueva experiencia de escucha para discernir la voz del Espíritu que conduce a la Iglesia a nuevos caminos de presencia, evangelización y diálogo intercultural en la Amazonía. El reclamo, surgido en el proceso preparatorio, de que la Iglesia fuera aliada del mundo amazónico, fue afirmado con fuerza. La celebración finaliza con gran alegría y la esperanza de abrazar y practicar el nuevo paradigma de la ecología integral, el cuidado de la “casa común” y la defensa de la Amazonía” (DF4).
Las iglesias que comparten el territorio amazónico, junto con el CELAM, la REPAM, la CLAR y las instancias vaticanas, han deliberado para hacer realidad esta iniciativa que responde a los deseos expresados por el Papa Francisco en la Exhortación Apostólica Querida Amazonia, quien les invita y orienta a concretizar lo discutido en el Sínodo: “Dios quiera que toda la Iglesia se deje enriquecer e interpelar por ese trabajo, que los pastores, consagrados, consagradas y fieles laicos de la Amazonia se empeñen en su aplicación, y que pueda inspirar de algún modo a todas las personas de buena voluntad” (QA 4).
Ya el Documento Final del Sínodo Especial para la Amazonía en su número 115, anima con fuerza y urgencia a la creación de una instancia que dé dinamismo e impulso a la labor evangelizadora en la Amazonía, territorio compartido por nueve países y habitado por más de treinta millones de personas:
“Proponemos crear un organismo episcopal que promueva la sinodalidad entre las iglesias de la región, que ayude a delinear el rostro amazónico de esta Iglesia y que continúe la tarea de encontrar nuevos caminos para la misión evangelizadora, en especial incorporando la propuesta de la ecología integral, afianzando así la fisonomía de la Iglesia amazónica” (DF 115).
La Conferencia naciente es ante todo eclesial, en ella están presentes las iglesias encarnadas en los territorios amazónicos. Esta pluralidad será un elemento enriquecedor de la vida de las iglesias locales que viven la sinodalidad como búsqueda de la voluntad de Dios, como espacios de discernimiento al servicio de la evangelización.
La Conferencia nace acogida por el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) que la adscribe a su presidencia y asegura su autonomía funcional. Desde el CELAM esta Conferencia desarrolla sus vínculos con las Conferencias Episcopales y otras instancias eclesiales.
Por su parte, la Conferencia naciente asume las orientaciones del Papa Francisco para ayudar a la inculturación plural e Intercultural en la región. Este planteamiento destaca dos orientaciones, según la Exhortación Apostólica Querida Amazonia: la encarnación eclesial y ministerial (QA 85) y el desarrollo en la Iglesia de la capacidad “para dar lugar a la audacia del Espíritu, para confiar y concretamente para permitir el desarrollo de una cultura eclesial propia, marcadamente laical. Los desafíos de la Amazonia exigen a la Iglesia un esfuerzo especial por lograr una presencia capilar que sólo es posible con un contundente protagonismo de los laicos” (QA 94).
Patricia Gualinga, lideresa indígena, con mucha esperanza, ante el nacimiento de esta entidad declara: “La iglesia católica necesita entender a los pueblos indígenas, ¿cuál es el idioma que están hablando? tratar de comprender que la iluminación del Espíritu está en estas culturas, y que allí está el gran aporte que vamos a dar a la humanidad como pueblos originarios para que no se destruya la creación, la casa común y, ese es un compromiso que la Conferencia debe comenzar a ejecutar con celeridad, con profundidad para el bien de toda la humanidad”.
El Cardenal Claudio Hummes fue elegido presidente de la nueva Conferencia y Monseñor David Martínez de Aguirre el vicepresidente. El primero insistió en que el proceso sigue. Los documentos que concretizan la iniciativa serán presentados a las instancias vaticanas y al Papa Francisco para su aprobación.
* Fuente: VaticanNews