Cuando la pelota se mete en la grieta

“La pelota —dijo en su despedida de 2001 el hombre cuya muerte cumplió ayer cinco años— no se mancha”. Diego Armando Maradona habló entonces desde la Bombonera y pronunció una frase que deseaba ser consuelo colectivo. Pero el fútbol, sabemos, pertenece al mundo y también a su barro: poder, negocios y disputas políticas lo salpican tanto como la lluvia la cancha.

El espaldazo que encendió la polémica

El reciente gesto de los jugadores de Estudiantes hacia Ángel Di María, campeón del mundo y figura de Rosario Central en la previa, encendió una controversia que va más allá del acto en sí. Para muchos —y quizá también para un Maradona que fue jugador y rebelde— ese espaldazo puede leerse como protesta digna o como intolerancia exacerbada.

La AFA, en cadena de decisiones contradictorias, primero entregó un título que casi nadie sabía en disputa; luego ordenó un “pasillo obligatorio”; y finalmente abrió un expediente disciplinario sobre Estudiantes aduciendo un cambio reglamentario cuya legitimidad algunos califican de cuando menos dudosa. Tres pasos que, en la lectura de varios actores, terminaron siendo tiros en los pies institucionales.

Entre la indignación y el uso del poder

La línea que separa la indignación legítima del uso abusivo del poder es sutil y fácil de cruzar. El fallecido empresario Alfredo Yabrán lo definió con crudeza: “Impunidad”. Fuentes cercanas aseguran que el eventual castigo disciplinario a Estudiantes, que puede resolverse este jueves, busca no añadir más leña al fuego. Pero no alcanza con mover piezas puntuales: no se puede un día inventar declaraciones (como las atribuidas a Walter Otta, DT de Morón), otro día regalar títulos (a Central) y al siguiente alterar reglamentos (contra Estudiantes), para luego acusar al club platense de querer “desestabilizar” a la AFA.

Verón, Foster Gillett y la discusión de fondo

Juan Sebastián Verón, ídolo y presidente ejemplar en Estudiantes, ya sufrió un espaldazo este mismo año: socios que rechazaron mayoritariamente un acuerdo que habría hipotecado la economía del club por sesenta años con Foster Gillett. El inversor estadounidense venía de un paso calamitoso por el inglés Liverpool y, según denuncias, agravó el fraude en su gestión del club uruguayo Rampla, descendido a la tercera categoría.

Palabras como “ética”, “dignidad” y “moral” muchas veces esconden la falta de un debate claro sobre negocios, dinero y poder. Y evitan discutir con franqueza la cuestión de los clubes-SAD. En la MLS y en muchas ligas de Estados Unidos, por ejemplo, hay franquicias y no existe el descenso; ahí Verón decidió participar en un proyecto económico que incluye la copropiedad del Miami FC —un equipo de segunda división sin posibilidad de ascenso— porque ese modelo también es negocio.

  • Pablo Toviggino, tesorero con influencia en la AFA, buscó descalificar a Verón tildándolo de “Miamense” en tuites.
  • La propia AFA anunció este año la apertura de oficinas en Miami, dato que aporta una ironía a la disputa sobre “americanizaciones”.

Lo que pasó en Rosario y las narrativas que sobrevuelan

La tarde del domingo, sin embargo, la pelota volvió a poner las cosas en su lugar. Estudiantes derrotó sorpresivamente a Central en Rosario y no hubo, según la mayoría de observadores, un escándalo arbitral determinante. Aun así, hay voces que hablan de fallos “inéditos”, olvidando que durante décadas los grandes clubes gozaron de protección —monopolizaron títulos, favores y prensa— hasta que esa hegemonía fue rota por el propio Estudiantes en 1967.

No hay inocencia en nuestro fútbol: incluso en su época amateur fue escenario de juegos políticos y económicos. Hoy ese escenario está más visible que nunca.

Contratos, oficinas y una política que no cesa

En medio del escándalo, la AFA informó la finalización del contrato de TV con el Grupo Clarín que cubría el fútbol de ascenso. Desde la sede se insinúa que ciertas tapas periodísticas y voces mediáticas buscan condicionar la renovación de acuerdos y presionar decisiones internas.

En la misma trama política, intentaron desplazar a Claudio Tapia en varios momentos: durante el Mundial de Rusia 2018 y luego vía la Inspección General de Justicia. Tras una derrota judicial sobre los Clubes-SAD, el gobierno de Javier Milei puso la lupa sobre Sur Finanzas, denominada “la financiera del fútbol”.

Que estalle la tormenta a pocos meses del Mundial parece improbable: faltan siete meses para la cita planetaria y apenas diez días para el sorteo en Washington, al que Milei asistirá como invitado. En ese contexto, un choque público entre poderosos es poco deseable. Tapia, amigo de Lionel Messi y presidente de la federación campeona mundial, además asumió la presidencia de una instancia FIFA: la “Comisión de Reglas y Juego”.

Mirando hacia adelante: fiesta o desgaste

Se aproximan meses en los que la pelota puede volver a ofrecer fiesta: desde exhibiciones épicas —como el partido en que Racing eliminó a River en los playoffs del Clausura— hasta la expectativa mundialista. Ese imán popular vuelve a seducir a quienes detentan el poder.

El legado de Diego y la mirada europea

El mejor homenaje periodístico a los cinco años de la muerte de Diego apareció en el Süddeutsche Zeitung. El corresponsal Javier Cáceres fue más allá de lo obvio y habló con el comerciante que vive “en la cabeza de Diego”: la pequeña ventana del baño que quedó en el mural del Quartiere Spagnolo, aquel barrio napolitano que era reino de la Camorra y que hoy, gracias al culto maradoniano, recibe millones de turistas. Allí ya se venden camisetas en vez de cocaína; el relato habla de un “milagro” más en la saga del Diego villero, sudaca y terrone, adorado en Nápoles no solo por su talento sino por su rebeldía.

Zbigniew Boniek, ex figura de la Juventus y rival de Maradona, confesó la crudeza del fútbol europeo: planearon “golpearlo fuerte” para frenarlo, pero fue imposible: ver a Diego jugar era un espectáculo irreprimible. Y así, otra vez, vuelve la frase que Diego dejó en su adiós: “la pelota no se mancha”.